Escrito por Jaime Novo
Aunque algo más tarde que en el resto de Europa, en España se están dando pasos de gigante hacia el uso de la bicicleta como medio de transporte por la ciudad, más que como herramienta deportiva. En algunas localidades ha sido impulsada por los ayuntamientos e instituciones con la construcción de infraestructura específica y calmado de tráfico y en otras simplemente los ciudadanos se han subido al sillín y han empezado a pedalear.
Sea como fuera, los datos no engañan. El sector de la bicicleta movió unas cifras envidiables el año en el que todo se paró, 2020: según datos de AMBE, el año del confinamiento la facturación en torno a la bici aumento cerca de un 40% en nuestro país, se superaron el millón y medio de bicicletas vendidas y continuó generando empleo. Pocos sectores tienen esas cifras en 2020. Y mejoraran aún más cuando se publiquen los datos de cómo ha evolucionado en 2021 (el próximo 19 de abril).
Ese aumento poco tiene que ver con “lo deportivo”. De hecho, un buen porcentaje de los datos responde al crecimiento de las bicicletas eléctricas, un vehículo en toda regla que está siendo adquirido cada vez más por personas que nada tenían que ver con el ciclismo. Simplemente han descubierto lo útil y sencillo que supone usarla para los desplazamientos diarios en una ciudad, sea del tamaño que sea: al trabajo, recados, compra, ocio…
Debido a ese uso no deportivo de la bicicleta, muchas marcas de bicicletas que no apostaban por sus modelos urbanos en España, han empezado a ver en nuestro país un nicho de mercado creciente y empiezan a ocupar espacio en las tiendas. No se trata de bicicletas con cestita para dar paseos por un parque, se trata de modelos eléctricos que pueden alcanzar los 6.000 o 7.000€ y suponen una alternativa real, económica y limpia a nuestra manera de movernos.
Parecía lógico que, siendo rentable y tras el confinamiento, muchas de esas empresas quisieran mostrar sus modelos a quienes aún no montan en bici porque saben a ciencia cierta que todos los ciudadanos son ciclistas urbanos, lo que pasa es que algunos aún no lo saben.
De ahí nace la necesidad de Ciclosferia (Valencia, 13, 14 y 15 de mayo 2022), una feria dedicada en exclusiva al ciclismo urbano donde las marcas presentan por fin en España a bombo y platillo los modelos urbanos que tanto éxito tienen en el resto de Europa y que aquí no terminaban de despegar. Feria, por cierto, pionera en España.
Curiosamente no coinciden ciclista urbano y ciclista deportivo. Rara cosa. El ciclista urbano, el de lunes a viernes, el que coge la bici porque le resulta más cómodo, barato y sencillo, que hace cada día en el mejor de los casos 10 kilómetros pedaleando, rara vez se monta en la bicicleta para hacer una ruta larga durante sus días libres.
Por esa razón, las necesidades, exigencias y caprichos de un ciclista urbano no coinciden con las de un ciclista deportivo y es un interesante nicho de mercado aún por explotar en nuestro país. No se trata sólo de bicicletas específicas para ir por la ciudad (sin suspensión, pero perfectamente iluminadas, con portabultos y guardabarros) sino también en la parte textil: pantalones de pinzas con los que estar bien vestido para trabajar, pero elásticos; camisas elegantes con las que reunirnos con nuestro jefe pero con doble costura en las axilas y de tejido transpirable; una alforja que cuenta con un bolsillo específico para llevar el portátil, candados con alarma, cascos con intermitentes… en fin, la lista es infinita.
No es que esté cambiando el sector, es que se añaden clientes nuevos y muy diferentes a los de siempre.
En todo este galimatías de ciclismo urbano, irrumpen con donaire las bicicletas plegables que, hasta hace apenas unos años, eran poco más que un “capricho” para quien no tenía sitio en casa, pero ciertamente, con el uso, uno se daba cuenta de que aquello distaba mucho de una bicicleta convencional. Eran frágiles, de diseño tosco, pesadas, incómodas para distancias superiores a 6 kilómetros, difíciles de plegar… pero ¡cómo ha cambiado el cuento de las plegables!. Ahora, algunas se pliegan en segundos, acoplándose al ritmo de la ciudad, son ligerísimas para llevar andando cuando están plegadas, son elegantes, robustas y fiables en el pedaleo haciéndose muy confortables en distancias largas… en definitiva: cuando montas sobre una bicicleta plegable de ahora, no tienes la sensación de ir sobre una bicicleta plegable como las de antes, tienes la sensación de ir sobre un vehículo que te da seguridad.
¿Adivinas entonces la combinación ganadora? Las plegables eléctricas.
Así que, lógicamente, la mayoría de los que montaban en bicicleta hasta hace unos 5 o 6 años, eran personas que hacían rutas largas en sus momentos de ocio, gente que entrenaba sobre un sillín, salía “a rodar”, controlaba su pulso y alimentación, era exigente con el peso de su bicicleta y de los componentes… ahora ya no.
Y es bonito y fascinante ver cómo se adapta todo el sector a este incremento de un tipo de ciclista que necesita no mancharse durante sus trayectos, que prefiere un sillín cómodo antes que ligero, que pide una geometría específica de la bici que le permita ir erguido, que no quiere saber nada de pedales automáticos, quiere unos con los que poder pedalear con zapatos de piel…
Usemos una metáfora automovilística: ya no se usa un coche sólo para hacer ralis o competiciones de fórmula 1: se están llenando las calles de utilitarios.
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